Tiempo después de publicar la novela Un padre extranjero, Eduardo Berti recibe un correo inesperado: unas fotocopias del legajo que su padre, nacido en Rumania, presentó en el año 1950 para obtener la nacionalidad argentina. Ahí figuran todos o casi todos los datos que su padre ocultó o alteró tras su emigración a Argentina, incluidos algunos secretos que se llevó con él a la tumba: su verdadero apellido, su verdadera fecha de nacimiento, el nombre del barco que lo transportó de Europa a América justo antes de la Segunda Guerra Mundial y la fecha exacta en la que ese barco llegó al puerto de Buenos Aires, el mismo puerto donde el padre comenzó la reinvención de su identidad pública. El grueso legajo, enviado por un amigo y lector, trae además algo aún más sorprendente: la dirección de la casa natal del padre, en la ciudad rumana de Gala?i, a orillas del Danubio, junto a la frontera moldava, lo que convence a Berti de viajar por fin a ese lugar que siempre había sido para él un «país imaginado».