Un joven periodista norteamericano que aún recuerda las clases de un profesor universitario del que supo extraer lecciones vitales, ve por televisión una entrevista al docente en el que éste anuncia que padece ELA y es consciente de su destino. Tras acudir a visitarlo, acuerda con él repetir cada martes las reuniones en su casa y recoger en cada una el testimonio del profesor sobre alguna cuestión vital. Con una estructura en la que la novela alterna los viajes al pasado de la vida de los dos protagonistas con las conversaciones de ambos el segundo día de la semana, la historia tiene el inevitable telón de fondo de la decrepitud. De la cursi y manida, pero por ellos menos cierta, metáfora de que la vida en un río que acaba en el mar. Ejemplo de autoficción como género de novela (las entrevistas al profesor, Morrie Swartz, colgadas en youtube, dan cuenta de ello), muchos han encuadrado “Martes con mi viejo profesor” dentro del género de autoayuda. Indudablemente bien escrita, tal y como demuestra el impacto que provoca su lectura, la novela resulta altamente desaconsejable para quien busque ficciones de temática que no hundan su estado de ánimo al recodarle la cruel realidad. www.antoniocanogomez.wordpress.com
hace 7 meses