Como una corriente de agua sinuosa que salta entre las piedras, desaparece en un recodo y de repente se vuelve abrupta, o diáfana y transparente, según el tramo del río, fluye esta novela, tan realista como surrealista, que, a trompicones, con saltos en el tiempo y con pocas (y a veces complicadas palabras para los foráneos) nos va descubriendo historias y secretos, vínculos y conflictos entre amigos, vecinos, madres e hijos, que se entrelazan en el tiempo y en diferentes espacios, aunque siempre cerca de ese río, que no es un río. Que es El río. Por cierto, la portada del libro es horrorosamente fea.
hace 3 años