Mia es una joven con el corazón destrozado. Álex, su novio, y su mejor amigo desde el instituto, la ha dejado y su vida se ha convertido en un mar de cristales rotos que no sabe recomponer.
Dicen que cuando una puerta se cierra, se abre una ventana. Y ella encuentra una que le abre camino a un nuevo trabajo y a un nuevo amigo que le propondrá los planes más disparatados para intentar recuperar la felicidad perdida.
El camino del duelo es un camino arduo. El dolor y las lágrimas dan paso a la ira y esta a la incertidumbre. Pierdes el norte, las ganas de salir, de hacer cosas y ni si se te pasa por la cabeza conocer gente nueva con la que relacionarte y que no te traiga recuerdos de una vida que ya no existe.
¿Por qué? Porque toda la seguridad que tienes en ti mismo se pierde. No te das cuenta de que sigues siendo la misma persona porque durante un tiempo solo te has visto reflejada en los ojos de la persona a la que querías y ahora es un trozo de vidrio quien te devuelve el reflejo.
La vida sigue, nos guste o no, y paso a paso estableces nuevas rutinas. Dejas de ver espacios vacíos en la cama o en el sofá y a darte cuenta de que nada era tan perfecto porque tendemos a idealizar demasiado a nuestra pareja. Con la ruptura se rompen también las gafas de ver el mundo de color de rosa…
“Las personas con las que nos encontramos solo son espejos, el reflejo de nuestros propios conflictos pendientes de resolver”.
Rocío Carmona nos anima a resolver esos conflictos. A darnos cuenta de siempre hemos brillado con luz propia y no alumbrados por otra persona. Quizá, y solo quizá, brillemos con más fuerza porque esa personal realmente nos hacía luz de gas.
Lo que sucedió cuando me rompiste el corazón es mucho más que una novela sobre corazones rotos. Reta a hacer cosas diferentes para escapar de una rutina que no nos hace felices. Ya no solo en temas de pareja sino de la vida misma. No debemos negarnos la oportunidad de hacer lo que nos gusta sólo porque tenemos miedo del qué dirán.
Una novela innovadora, llena de referencias musicales, que te emociona y te hace reír. Y también una ventana a un mundo nuevo, lleno de posibilidades al que se accede cambiando “tengo miedo” por “¡qué diablos!”.
(Ana García, 4 de mayo de 2018)