Rusia, 1918. La familia Romanov vive recluida en Ekaterimburgo, en la profunda y helada Siberia, lejos de sus seres queridos y amigos. Corren tiempos convulsos y la revolución está en pleno auge. Mientras el nuevo gobierno decide el futuro del país, Alejandra, última zarina de todas las Rusias, rememora en su diario los momentos vividos tanto en su Alemania natal, como en su nueva patria por matrimonio. Veremos a través de sus ojos no solo el esplendor engañoso de la corte rusa, sino también la ansiedad de una madre hacia su hijo enfermo, el futuro de sus cuatro hijas adolescentes y una fe que a veces le llevará por caminos dudosos y desconocidos y que, finalmente, la conducirán hasta un misterioso y subyugante Rasputín. Como siempre ocurre a lo largo de la historia, hemos podido ver los conflictos bélicos y políticos desde diferentes prismas gracias a la literatura y los medios. Por un lado los vencedores y, por el otro, los vencidos; o bien la realeza y la alta sociedad en un lado, y sus súbditos en el otro, que pueden ser de naturaleza burguesa o, los más desgraciados, provenientes de la pobreza más absoluta. El relato de Freire se centra esta vez en la perspectiva real, ajena a la desesperación de un pueblo hambriento y sin trabajo, que empieza a preguntarse por qué su “padrecito” zar les ha abandonado y les ha dado la espalda cuando más necesitaban de él. Espido Freire nos ofrece un desgarrador relato de la vida de Alejandra Feodorovna, la mujer que pasó a la historia como la última zarina, portadora de una terrible enfermedad, conocida como la enfermedad real, y como la benefactora del monje Rasputín. Aún sin dejar de ser un diario ficticio, Espido Freire nos presenta a una monarca que, a pesar de la suntuosidad y los excesos de la realeza, no dejó de ser esposa y madre devota, temerosa de Dios y con una fe inquebrantable. Esta fe será la nota más conmovedora de la autora, el único consuelo que les quedará a una familia arruinada y abandonada sin nada más que esperar que su fin o una milagrosa liberación. (Diana Arrufat, 26 de enero de 2018)
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