Un caso de divorcio entre autor y lector. El autor demuestra una inmensa capacidad creadora a partir de una prosa fresca y lúcida. El lector se siente inmerso en un magma armónico a través del cual intenta desvelar la historia que se pretende narrar. Eso dura unas cuantas páginas hasta que el lector empieza a hacerse preguntas: ¿quién? ¿dónde? ¿cuándo? Y se pierde entre personajes inexistentes, momentos ambiguos y lugares mixtos. Al final, solo queda la descripción interminable de secuencia tras secuencia y la novela se transforma en un álbum de fotografías sin reseña de tiempo ni espacio. Las Geórgicas es, ¿quién lo podría poner en duda?, la obra de un maestro. Demasiado genial para este modesto lector.
hace 7 años