Prólogo de Milan Kundera. Así queda de manifiesto una vez más: Arrabal no se parece a nadie y el grado de su desemejanza alcanza el límite de lo concebible. No pareciéndose más que a sí mismo, introduce, sin embargo, en su novela a los personajes de Picasso y Dalí, lo que constituye un juego, pero también una confesión que estos son sus amigos mayores y él es su heredero.