Transfigurando, en una mezcla mágica, elementos del teatro de marionetas, el entremés cervantino y la comedia del arte, don Ramón del Valle-Inclán consigue, en 1912, la maravillosa creación de LA MARQUESA ROSALINDA. La originalidad de forma sirve aquí a un propósito trascendente. Porque esta farsa sentimental y grotesca liquida, rindiéndole homenaje, al bello sueño del modernismo superficial poblado de cisnes, rosas y princesas; pero, más allá de ello, abre los ojos del espectador a la limpia contemplación de la realidad española y de la realidad humana. Una página histórica se vuelve cuando la marquesa Rosalinda se despide con un ¡Por siempre adiós! y Arlequín torna, desengañado, a su carrera de cómico. César Oliva, catedrático de Teoría y Práctica del Teatro en la Universidad de Murcia, ofrece en esta edición un estudio integral de la obra, atento no sólo a las referencias intertextuales, sino a la riqueza léxica y a la deslumbrante escenografía.