Ésta es una historia de relaciones. Entre un escritor y un pintor. Entre un escritor y su máquina de escribir. Entre un pintor y su obsesión por la máquina de escribir del escritor. Es también una colaboración: la historia que escribió Paul Auster de su vieja máquina de escribir Olympia -veterana de más de veinticinco años- y la bienvenida -aunque perturbadora-intervención de Sam Messer en esa historia. La Olympia de Auster ha sido la correa de transmisión de las novelas, cuentos y escritos que su dueño ha producido desde la década de 1970, y que componen una de las obras de la literatura americana actual más variada, más creativa y más aplaudida por la crítica. Los vigorosos y obsesivos dibujos y pinturas que Messer dedica al autor y a su máquina de escribir han conseguido, como escribe Auster, «convertir un objeto inanimado en un ser con una personalidad, con una presencia en el mundo».