Epílogo Todos necesitamos un ángel que se presente en el momento exacto en que todo nuestro mundo se derrumba cual castillo de naipes ante una leve brisa que se cuela por la ventana. Ese momento en que parecemos desaparecer. Nos hacemos invisibles, aquellos que nos rodean se vuelven indiferentes y simplemente sentimos que estamos solos ante un gran abismo abriéndose a nuestros pies. Quizás sea que no encajamos en el sistema, que no tenemos el dinero suficiente para “pertenecer”, que caemos en desgracia por decisiones equivocadas o porque así lo quiso el destino, o tal vez solo sea que somos diferentes a los demás. Si en esos momentos tenemos la sabiduría y el corazón abierto para mirar alrededor, seguramente encontraremos a ese ángel, alguien especial que puede vernos más allá de nuestra apariencia o circunstancias. Él escuchará el llamado dentro de su corazón y vendrá a sostenernos la mano para ayudarnos a levantar. Él nos dará la fuerza para continuar el camino. Eso sí, si encuentras a tu ángel, si puedes reconocerlo y aceptar su ayuda, tendrás que prometerle que tú te convertirás en uno para alguien más. Sólo así funciona, un ángel que toca tu corazón te compromete para siempre a mantenerlo alerta a las penas de los otros.