Cuenta Ruiz Mantilla en los capítulos del libro en los que, haciendo un inciso, habla de la génesis de la novela, que Juan José Millás le preguntó cómo, si había crecido en un hotel al regentar su familia ese negocio, no había escrito una historia con todas las vivencias que atesoraba de esos años. Divida la historia en plantas del edificio en lugar de en capítulos, cada uno de esos pisos cuenta las diferentes épocas de la vida del niño protagonista partiendo de las informaciones y los miedos en el hotel el día del asesinato de Carrero Blanco, hasta los años posteriores a la victoria del PSOE en 1982. Con esa estructura, la novela se divide en una sucesión de anécdotas sobre los huéspedes del hotel, la manera con la que el protagonista va entrando en la adolescencia y en la juventud, las historias familiares y la forma con la que los personajes, representativos de la sociedad de la época, viven los distintos acontecimientos históricos de esa época. En medio, páginas sueltas en las que el autor reflexiona sobre esos años viéndolos desde nuestros días y analizando aquellas vivencias personales y acontecimientos políticos con la ventaja que otorga saber lo que después aconteció. O dicho de otra manera: juzgando el pasado con los ojos del presente. Con un ritmo narrativo que en los primeros capítulos no logra captar el interés del lector, la historia va cobrando intensidad a medida que la novela va avanzando, lo cual sólo se consigue si el lector decide dar una oportunidad al libro y opta por seguir leyendo a la espera de si la historia cobra interés, cosa que finalmente ocurre. Con un desenlace de las tensiones familiares que provoca la desdicha de sus miembros pese a que con el paso del tiempo esa infelicidad se recompone en parte, Ruiz Mantilla construye un paralelismo entre los problemas larvados en un familia desde décadas atrás, y las costuras de una nación que, según algunos, quedaron cosidas de forma imperfecta aquellos años. www.antoniocanogomez.wordpress.com
hace 2 años