Lucien Balfour, conde de Kilcairn Abbey, está a punto de que su peor pesadilla se convierta en realidad. Parece que tanto su tío como su padre se han puesto de acuerdo para fastidiarle la vida. Y ambos estipularon en sus respectivos testamentos y últimas voluntades, que Lucien habría de hacerse cargo de su tía Fiona y de su primita Rose a la muerte del tío Oscar. Cuando ambas mujeres llegan a la casa, Lucien ve horrorizado con sus propios ojos que hay cosas que nunca cambian: Rose sigue siendo esa niña repipi, más parecida a un repollo con lazos que a una joven, y Fiona no ha perdido esa lengua afilada tan característica. De modo que Lucien se ve obligado a contratar una institutriz para que reeduque a su prima y le ayude a introducirla en sociedad, pues cuanto antes encuentre un esposo para Rose, antes podrá deshacerse de ambas mujeres y seguir con la vida de libertino que ha hasta el momento ha llevado. La casualidad, o el destino, hacen que Alexandra Gallant llegue hasta su puerta con intención de ocupar dicho puesto. En primer impulso de Alex cuando se entera de que su patrón será nada menos que el infame conde de Kilcairn Abbey es rechazar el puesto, pero, después de seis meses si encontrar empleo, y con un escándalo a sus espaldas, la joven no tiene demasiada elección. La atracción del conde por la guapa institutriz es inmediata, pero Alexandra le deja muy claro desde un principio que no está dispuesta a sucumbir a los encantos de Lucien, por mucho que le cueste resistirse.