«Cuando yo era joven, ir solo al bistrot era uno de los primeros gestos de independencia.» Marc Augé explora el gran teatro del bistrot y sus actores: camareros y clientes. Visto con los ojos del etnólogo, el bistrot es el reino de las relaciones «superficiales», aquellas en las que la acción del intercambio importa mucho más que su finalidad. Un gran bistrot en su hora punta es un lugar rebosante de vida y de emociones en el que se habla para no decir nada, gestos apenas esbozados, miradas pasajeras. Espacio relacional pero también literario, como modelo de civilización que Francia ha exportado a todo el mundo, el bistrot no es solo una imagen, es un objeto del paisaje urbano que reivindica su propia historia, una geografía y a partir de ahora también su etnología.