En esta novela conoceremos a Lena, una joven reservada que parece tomarse la vida como un ir y venir de acontecimientos, sin llegar a implicarse realmente en nada. Será necesario vivir una situación bastante dramática, para que Lena empiece a descubrir una fuente de vida que, poco a poco, irá cambiando su interior: las memorias de su querida abuela “Yayi”.
Con un inicio donde abundan tintes agridulces y apáticos, la novela va despertando el interés del lector para descubrir qué ha llevado a Lena a vivir así su vida y es que, su pasado es bastante peculiar. Desde ahí partiremos en este viaje del “despegar” de Lena, a la vez que vamos descubriendo quién era esa espectacular mujer a la que llamaba Yayi y que se encargó desde siempre del cuidado de Lena y Mara, su hermana.
Nos encontramos pues ante una novela especial en la que se conjugan estas dos historias paralelas. Por un lado, la vida de Lena, apática, sin ponerle azúcar ni sal a los acontecimientos, sin implicarse emocionalmente con nadie, reservada, con miedo a intentar cumplir su sueño: ser escritora. Por otro, descubriremos a Yayi, una mujer que vivió a caballo entre el modelo de vida conservador de España y el liberal contrapunto que ofrecía la vecina Francia en esa época. A través de estas memorias, Lena irá descubriendo una nueva forma de enfrentarse a los problemas, a los fantasmas de su pasado y tomar las riendas de su presente para mirar al futuro con energía e ilusión. La narrativa de la autora es sencilla y entretenida, por lo que nos mantendrá pegados al libro durante toda la historia. Quizá su inicio sea un poco gris, pero iremos descubriendo los colores a medida que va avanzando su lectura y, personalmente, valoro ese “gris” del inicio, pues diferencia esta novela de tantas otras del género chick-lit.
El título es de lo más acertado pues, acompañaremos a Lena desde su “tener los pies profundamente amarrados al suelo” hasta su “vuelo”.
A los que os aventuréis entre sus páginas, prepararos para vivir una historia que es un canto a la liberación de uno mismo, a la valentía frente a las dificultades y a la ilusión y fuerza para afrontar el futuro, teniendo como referencia el cariño y admiración de aquellos que nos precedieron y en cuyas arrugas abunda una sabiduría especial, la de las experiencias vividas. (Gloria Mª Martínez Tarazona, 15 de enero de 2021)