Un filósofo americano dijo que la vida es aquello que uno piensa durante el día. Un poeta irlandés, junto a este pensar, colocó el soñar. ¿Y por qué no? Las protagonistas de El Sur y Bene tienen algo en común: ambas dialogan con sus sueños, ambas se confiesan a un muerto al que no supieron confesarse entonces. El silencio se confunde así con una nueva confianza, una comprensión quizá final imposible con el vivo. El muerto, el soñado, es para ellas más real que cualquiera de los hombres y mujeres que todavía las rodean. «No sé qué extraño poder ejerce sobre mí lo que ya ha dejado de existir», dice la segunda. «Es curioso cómo aquello no visible, aquello que no existe realmente, me hacía vivir los momentos más intensos», dice la primera. Ambas se ven dominadas por su secreto. Revelarlo a quien no lo va a comprender (un vivo) sería quizá traicionarlo. Pero uno quiere compartir los secretos. Diego Garrido.