Si Anton, el protagonista de El mago que se perdió en su sombrero, se mirara en un espejo, vería reflejada la imagen de un gran mago, más alto de lo normal y con un traje hecho a medida que le sienta como un guante. Lo que vemos los demás es un hombre desamparado, que celebra su cuadragésimo quinto cumpleaños en la más absoluta soledad y que es bastante protestón y maleducado con la gente con la que se relaciona. Pero la anodina y triste existencia de Anton va a cambiar cuando el bosque de Tiveden, en grave peligro, necesite a un trotavías como él para salvarse. Nuestro protagonista tendrá que guardarse sus sarcasmos, aprender a tratar con los demás y finalmente convertirse en la persona que siempre debió ser. Todo hay que decirlo, se ha pasado la vida ocultando sus sentimientos y tomando decisiones cuestionables… Así empieza esta sorprendente novela de Lars Vasa Johnasson, en la que se mezclan el ilusionismo, las criaturas feéricas (hadas, brujas, zomers) y un viaje iniciático en busca de la felicidad. El resultado es una historia muy especial con la que reír y meditar página a página. Una fábula moderna, divertida y atrevida en la que los seres feéricos no cumplen con los cánones del género. Os encontraréis a brujas jubiladas que no hacen otra cosa que jugar al Scrabble, espíritus que siguen aferrados a la tierra porque nadie les dio un manual de instrucciones para pasar al otro lado y seres primigenios que duermen más que las mantas. A través de esta delirante historia el autor nos invita a reflexionar sobre el concepto de la felicidad y sobre cómo alcanzarla, a pesar de estar a la vuelta de una esquina que, al parecer, nunca doblamos. Quizá todo sea tan sencillo como ayudar a los demás, creer en la magia y dejarla fluir. (Ana García, 25 de enero de 2018)
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