Cuando el cristal de sus mentes se quebró, un mar de dudas acabó por abrirse paso. El oleaje inundó las vidas de sus familiares, la tempestad de preguntas se hizo perpetua. Ellas empezaron a caminar por un sendero embarrado con pasos inquietos, a encontrarse pompas de algún grato y efímero recuerdo. A ese extraño mar, a los desvaríos y a la lucidez fugaz los llamaron alzhéimer. Reme y Trini, hermanas, dos mentes fisuradas, y un narrador-cuidador arrastrado por la riada. Admito que el dolor no me permitía avanzar, que cerraba el libro con frecuencia; reconozco que un relato tan extraordinariamente humano me obligaba a saber más. La degradación de los personajes es un sufrimiento pero la narración representa una esperanza literaria. La lectura de "El día menos pensado" me ha recordado que la felicidad reposa en la palma de nuestra mano, que un leve soplido basta para que despliegue sus alas. El vuelo dejará atrás el trabajo estresante, los anillos de compromiso que se han convertido en marcas de reses, las hipotecas sobre castillos de pladur, casas-cosas que encarcelan la alegría. Es bueno soplar y que la felicidad planee libre; si la enfermedad ha de derribarnos, que primero nos busque en las nubes. Porque no inventamos las letras para pagarlas, sino para crear palabras como fe, amor, valentía y esperanza.
hace 7 años