En el desmesurado, el abigarrado Brasil de las innúmeras mezclas humanas -amerindios, portugueses, negros, mestizos, a más de del mosaico de inmigrantes de las más diversas procedencias-, en una familia de judíos huidos de los pogroms rusos de principios de siglo, nace un extraño híbrido, mitad hombre, mitad caballo, un ser mitológico: un centauro. Tras el dolor y la sorpresa inicial de la familia, el bebé cuadrúpedo es aceptado. Pero su diferencia se considera defecto y vergüenza. Se le integra en la comunidad judía a la que pertenece (circuncisión, bard-mitzvah), pero será celosamente ocultado a todo el mundo. Guedali, el centauro, crece, trota por la hacienda, toca el violín, se enamora..., y busca en los libros una explicación a su extraña naturaleza. Lee la Biblia. Allí no se habla de centauros. Lee a Marx. Pero ¿qué papel puede jugar un centauro en la lucha de clases?. Lee a Freud. Pero, en la división de la personalidad ¿dónde entran las patas?. ¿Y la cola?. Escapará. Buscará su lugar en el mundo. Encontrará un ser semejante a él. Se amarán. Intentarán borrar su diferencia, integrarse en el modo de vida de quienes en su parte humana les son semejantes (aunque en sueños sus caballos interiores seguirán galopando). Pero ¿qué pasa cuando aparece un centauro más que no se considera enfermo sino sólo distinto?. ¿Será aceptada por los otros su propia aceptación?. Ésta es sólo una de las múltiples lecturas que ofrece esta sorprendente novela, que puede gozarse también como un simple relato -apasionante y fantástico, eso sí- mezcla de fábula y cotidianidad, ágil, emotivo, bien tramado y muy sugestivo.