Despedidas viene a ser el encuentro de la autora con su propia “voz”, con esa voz interior que se fija esencialmente en la aventura de contar, de narrar historias, y en el hecho de hacerlo sin perder nunca esa escucha a la propia “oralidad” de la narración, sin traicionar el hecho de que son los propios personajes y sus circunstancias los que se impusieran a la hora de expresarse a sí mismos más allá de lo retórico o artificial que cada autor crea que es o debiera ser “lo literario”. Leyendo estos relatos uno tiene la sensación de que los personajes que aquí se cuentan y sus respectivas historias, no podrían ser contados de otra manera, cada uno de ellos circunscrito a su peripecia, atmósfera o tiempo histórico, van desgranando, con una llamativa levedad o ligereza tonal, ese hondo de la condición humana que cada uno de ellos pareciera querer dejar al mundo como testimonio, desde la partitura melodramática. Como decía Rilke: Toda vida es vivida, toda existencia tiene su secreto.