Con este relato breve que no llega a las cien páginas, su autor ganó el Premio Incontinentes de Novela Erótica, aunque el texto no se puede englobar únicamente dentro de ese género, sino que va mucho más allá del propio componente erótico del argumento. El escenario en el que se desarrolla la historia es una casa situada en la falda de una montaña de un pueblo minero. Allí llega, una tarde lluviosa, una mujer a la que un hombre está esperando. El narrador observa a la pareja desde el exterior, por una ventana, y cuenta cómo se desarrolla su encuentro físico y sexual. Gracias a ese observador, que mira, escucha e interpreta lo que pasa dentro de la casa, profundizamos en los personajes, sobre todo en el hombre, su enfermedad, su pasado, otra presencia femenina que se percibe en la casa… Es una historia tierna e intimista, de sentimientos y percepciones, lenta, poética y muy descriptiva, aunque a veces cae demasiado en la repetición de los mismos temas. Es interesante el papel del narrador, cómo a través de su mirada y lo que imagina se introduce en la intimidad de los personajes y se hace cómplice de deseos y placeres. (Esther Rodríguez, 7 de octubre de 2014)
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