Crasheado no es otra cosa que una rendición de cuentas de la conciencia, disfrazada de carta de amor. Tras esta primera argucia, su lectura nos descubre que Crasheado es mucho más; es (en o por su tumultuoso ciclorama de nombres, imágenes y secuencias, televisivas y fílmicas, comunes a cada uno de nosotros), un daguerrotipo tan desbocado como exacto de la conciencia universal del ciudadano en los albores del s. XXI. ¿De qué se trata con ello? Muy simple, demostrar hasta que punto hemos sido despojados de nuestra intimidad por los Mass Media. Por tanto, Crasheado se convierte en una implacable denuncia de nuestra condición de meros espectadores, ante un mundo servido tan constante y devastadoramente por los múltiples artilugios mediáticos que ha abolido los últimos rincones de nuestra intimidad y, con ella, cualquier rescoldo de nuestros sentimientos, hasta que éstos no sean otra cosa que un reflejo de aquello prescrito y servido por los Media.