Leyendo a Robert E.Howard siempre tengo la sensación, sana y admirable, de escuchar el estampido de las batallas, el clamor febril y enloquecido de los guerreros, el crujir de los huesos, el choque de los aceros, centelleantes bajo los rayos dorados de soles remotos (siempre me ha parecido que en épocas pasadas, hace miles de años, el sol no podía brillar de la misma manera que lo hace hoy; siempre se me antojó imaginar los cielos cubiertos de nubes amarillentas o rojizas, de un tono violento y primigenio, y el sol de antaño, brillando de un modo más atroz, más salvaje que hoy; y los bosques y campos y valles y selvas casi siempre cubiertos de una bruma plateada y terrible) o reflejando el rojo sangre del poniente. Todas estas imágenes caóticas creadas por Howard, se llevarían de maravilla con un "Hail and Kill", o con un "Valhalla" de Manowar, por ejemplo. Y mientras leo a Kull, o a Conan, o a Bran Mak Morn y especialmente a Turlogh Dubh O'Brien, y pongo a Manowar, o a Rhapsody, siento latir mis sienes e hincharse los músculos como los personajes fieros, valientes y geniales de Howard. Es irónico que Howard haya creado de su mente estos héroes valientes, feroces, intrépidos y brutales, quiénes no sentían temor físico alguno, y para quiénes la muerte era casi una buena noticia, y que se haya quitado la vida, tan tempranamente, por el fallecimiento de su madre; acción que lamento, pero que comprendo por la profundidad y devoción de su amor por su madre. Si observamos en los relatos de la "memoria racial", personajes como James Allison, quién es un hombre tullido, frustrado, melancólico y quién está enfermo y débil, recuerda en sus vidas pasadas, haber sido un guerrero fornido, sano, y ávido de pelea y sangre, y quién no se lamenta, salvo alguna ocasión y no al estilo moderno, de la muerte de nadie. Volviendo a este tomo de Conan (o empezando mejor dicho), tengo que decir que me ha gustado mucho, como siempre me gusta este escritor, y que las aventuras por tierra y mar, los demonios antiguos, los dioses malvados, los hechiceros, los paisajes exóticos, mujeres voluptuosas y batallas están presentes en todos sus relatos. En cuanto a la calidad del contenido, debo decir que es bastante pareja. "El fénix en la espada", primer relato de la antología, es una variante de "Con esta hacha gobierno" perteneciente al cilco del gran "Rey Kull". Abundan en este relato, las conspiraciones políticas, las traiciones, las peleas, y el honor, como en todo buen cuento épico. "La hija del gigante helado", segundo relato del tomo, y segundo relato escrito por Howard sobre Conan (el libro contiene los relatos tal y como fueron publicados, en orden cronológico de escritura y no del personaje, como en otras colecciones). Este cuento, es un desaforado caos de colores, y nos presenta a un Conan bien primitivo y animal; empieza con el final de una batalla, en la nieve, bajo la luz carmesí (color preferido de Howard) del crepúsculo y el campo blanco sembrado de cadáveres. Debilitado por las heridas de la batalla, Conan ve, casi en agonía, a una bellísima mujer, rubia y de una blancura cegadora, y como envuelta en cierto halo misterioso. Demás está decir que Conan es un poco como nosotros cuando vemos una bella mujer, por ejemplo al subir a un tren o a un colectivo; ya nada más importa, y también nos comportamos como bárbaros dementes, asi que no culpemos a un guerrero moribundo, quién se olvidó de sus heridas mortales para perseguir a la provocadora y misteriosa mujer, a lo largo del campo nevado y bajo las rutilantes y extrañas luces que explotaban en el cielo; pero la mujer, joven y esplendorosa, no será la niña inocente y sensual que Conan cree... "El dios del cuenco", es un entretenido relato dentro de un museo de extrañas reliquias, antiguedades maravillosas, donde Conan, haciendo de ladrón, intentará robar un gran Cuenco tallado con ominosas inscripciones; pero el cuenco contiene un mal terrible al que sólo Conan puede enfrentar. En "La Torre del Elefante", Conan, hace de ladrón una vez más. Intentará robar la joya más valiosa y buscada por todos los ladrones y bandidos de Zamora. Este relato es excelente, por el ritmo, siempre ágil y la imaginación fértil del escritor. El interior del palacio, es increíblemente deslumbrante y luego de sortear todo tipo de peligros, Conan muestra en este caso, que tiene algo de corazón al encontrarse a un extraño ser allí dentro...ya verán por que. "La ciudadela escarlata", "La reina de la Costa Negra" y "El coloso negro", son mucho más violentos y repletos de batallas, siempre con el toque fantástico y los tópicos habituales del texano. Además, estos relatos, son más cuidados y elaborados. Y Conan va adquiriendo más juicio (un poco, no mucho) y piensa un poco más antes de actuar. Cierta madurez en el personaje se va advirtiendo, si bien escasa, respecto a los primeros relatos, en donde se muestra a Conan como un bárbaro, ladrón y decidido a la hora de partir cráneos y derramar sangre. En el último de los relatos, me refiero a "El coloso negro" la batalla final es brillantemente narrada por Howard, demostrando que era muy capaz y conocedor de las táticas de guerra; como una crítica negativa, su descenlace es tal vez algo abrupto. En "La reina de la Costa Negra" las aventuras marinas se unen a la pasión por una hermosa mujer pirata, temida por todos, y a la presencia de unos seres demoníacos que siembran la muerte en un lugar aparentemente abandonado, donde las ruinas de un antiguo imperio emergen en la selva temible, y donde la ambición de Conan y Belit, la reina, llevaron a saquear y destruir. El final de este relato es muy melancólico y poético. Lo dicho, ¡aventuras, batallas y mucho metal!
hace 8 años
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