¿Howard se repite?, es posible; es más, diría que es una certeza. Ahora bien, eso a mi no me molesta en absoluto. Además, ¿que escritor - salvo el múltiple Flaubert - no se repite?. De alguna manera leer una obra de Borges, es leer toda su obra; leer un poema de Girondo, es, salvo variaciones lógicas, como leer todos sus poemas; Chesterton se repite, a Dios gracias; lo mismo ocurre con Hesse, con Shakespeare, con Byron, con Arlt, con Gautier, con Lovecraft, con Bradbury, por poner algunos ejemplos, de los infinitos que habrá y que jamás conoceré, pero que puedo intuir. Picasso se repite en el Cubismo, en "La época rosa y azul"; Monet con sus paisajes "borrosos"; William Turner con sus cielos fantasticos; Brueghel y Bosch, con su genial locura, precursora de Dalí, que también se repite. Lo mismo con Blake, o con Miró, o con Gris. Los grabados de Durero - increíblemente hermosos y terribles del Apocalipsis - son similares en su grandiosidad, y los mismo se puede decir con Doré o con Fusseli. Es decir, que la repetición no es algo que necesariamente sea negativo, por el contrario, es una cualidad, o podría también verse de ese modo, ya que comporta un sello, una identidad. Esta reseña o mero comentario (como diría algún recién llegado no sin cierta desagradable impunidad) no tiene como finalidad el análisis exhaustivo, ni intenta darse aires importantes. Mi intención elemental es guiar a quién no conoce al escritor, hacerle conocer el estilo simple, directo, llano, pero a un tiempo cargado y excesivo del texano. Al libro entonces, o mejor dicho, a la trama de los relatos que conforman este tomo: Sombras de hierro a la luz de la luna: Transcurre esta historia en una isla donde en las impresionantes ruinas de lo que fuera un gran templo, escondido entre el follaje de una espesa selva, Conan descubre junto a su ocasional compañera Olivia, unas enormes estatuas de hierro, representantes de una raza antigua, de terrible y dura expresión, como expectante, en sus rostros metálicos y fríos. Todo lo contiene este relato: hechizos, batallas, magia, terror. Xuthal del crepúsculo: El segundo relato del libro comienza con una imponente imagen del cimmerio, terrible bajo los poderosos e implacables rayos del abrasador sol del desierto. Conan y su compañera, luego de haber huído del ataque de estigios y kushitas, y perderse en las arenas infinitas del desierto, descubren, justo en el momento en que se creían sin salvación, una ciudad en medio de aquella vasta extensión. Una ciudad de locura, donde los "muertos resucitan" y los habitantes de aquel extraño palacio deambulan por sus habitaciones y pasillos como presos del sueño del opio. Pero un ser infernal y primitivo se agazapa en los rincones de este palacio, esperando saciar su hambre eterna. El estanque del negro: Conan trepa a bordo de un barco, al que llega nadando desde islas lejanas; el capitán del navío, llamado Zaporavo, acompañado por Sancha, una bella mujer, favorita del capitán, observa al bárbaro con desconfianza, pero lo acepta en su tripulación. Llegan al fin a tierra, desde donde una aroma a especias y plantas llega con el viento. El capitán baja con una parte de su tripulación y se interna solo en la densa selva en busca de algún tesoro. Conan lo sigue con intenciones de asesinarle. Algo descubre, sin embargo, dentro de esa selva. Una extraña construcción, con patios y un estanque circular en una de ellas. Apoyadas en unos estantes, unas figuras talladas con increíble perfección, y del tamaño de una mano, descansaban en los anaqueles. Al descubrir estas estatuas pequeñas, Conan experimenta una sensación de repugnancia. Unos enormes seres, negros de vago aspecto humano, pero mucho más altos y de miembros más poderosos y de rostro maligno, llegan con Sancha y los otros marineros que descansaban en la playa, adormecidos por el efecto de una fruta dorada que habían encontrado en la playa. Luego Conan vió como uno de los marineros era sumergido en aquel estanque de aguas verdosas, y su tamaño se reducía y modificaba la constitución de su cuerpo de carne por otro de una especie de arcilla. Esta idea macabra me parece a mi un ingrediente sobresaliente y una idea que se aparta de los tópicos manejados - siempre impecablemente - por Howard. Villanos en la casa: Una casa repleta de trampas, ingeniosamente crueles, un sacerdote, Conan, un joven aristócrata, y un ser enorme y monstruoso son los protagonistas de esta historia, más de horror que de aventuras. El resultado es bueno sin llegar a ser brillante. El valle de las mujeres perdidas: El relato más corto del libro, trata sobre una mujer, raptada y a cuyo hermano han asesinado ante sus propios ojos, y Conan, quién llega con sus guerreros a realizar algún tipo de festejo de alianza con el jefe de dicha tribu. La mujer, que logra hablarle a Conan y rogarle su ayuda, a cambio de ofrecerse como su esclava y amante, escapa, en medio de la masacre, y huye desesperadamente de aquella ominosa selva, donde las espadas vertían la sangre a raudales, olvidando el pacto con Conan. Llega de esta manera a una hermoso valle, donde un silencio "terciopelo" llenaba el ambiente y las estrellas se apiñaban en lo alto del firmamento. Era este el valle de las mujeres perdidas, donde ningún hombre jamás había osado hollar; era el valle temido y respetado donde la muchacha se sentía al fin segura y libre del yugo de los hombres. Pero en este valle, de aspecto encantador, no todo es tan puro y perfecto como parece... El diablo de hierro: El último relato, es, según mi parecer, el mejor del libro. Hace su aparición un personaje absolutamente extraordinario: hablo de Khosastral Khel, un brujo, hechicero, tan poderoso era su espíritu que su forma física no podía estar constituída de carne y hueso, sino que para contener su esencia tremenda, era necesario un cuerpo apropiado para soportarlo. Estaba formado por una sustancia similar al hierro, tan impermeable a las espadas como insensible a los golpes y la corrupción del tiempo. Sólo pudo ser derrotado por una daga, hecha de un material extraterrestre proveniente de un meteoro caído en el desierto. Un sacerdote yuetshi fue quién atravesó el pecho del gigante de hierro con la daga mágica, dejándola clavada en su cuerpo para mantenerlo por toda la eternidad derrotado; pero un pescador curioso, al descubrir las ruinas donde descansaba el gran Khosastral Khel con el puñal en su cuerpo incorruptible, rígido como una estatua soberbia de metal resplandeciente, quita la daga curva, de empuñadura enjoyada de su pecho, desatando un verdadero infierno en la tierra. El tono general del libro es el conocido; magia, violencia, aventuras, bellos paisajes junto a ominosos templos, altares de sacrificios, demonios antiguos, piratas, batallas sonoras y altamente visuales y sobre todo mucha dinámica y acción. La canción es siempre la misma; pero me gusta.
hace 8 años
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