Resulta increíble -mientras se leen con los nervios de punta y el corazón en la mano los tres relatos que componen Angelitos empantanados- que el escritor colombiano Andrés Caicedo no siga con vida. No solo porque haya perdido joven esa batalla contra la muerte que dan sus personajes de fiesta en fiesta, de paisaje en paisaje, de película en película, sino, sobre todo, porque parece estar revelándoles las miserias y las glorias de la vida a los lectores de los tiempos de los blogs, las redes sociales y las listas de canciones.Por esta tríada de historias que están entrelazadas de manera vital, por las ya clásicas El pretendiente, Angelita y Miguel Ángel y El tiempo e la ciénaga, pasa un grupo entrañable de personajes trágicos e irresponsables que comparten el devastador y alucinante lujo de la adolescencia: un grupo de ángeles caídos, cercados por sus propios hastíos y arrinconados por sus sensibilidades infinitas, que sin duda no estaban preparados para la sobrecogedora experiencia de encajar en una sociedad de adultos que los decepciona con insistencia.Por esta tríada de historias que están entrelazadas de manera vital, por las ya clásicas El pretendiente, Angelita y Miguel Ángel y El tiempo e la ciénaga, pasa un grupo entrañable de personajes trágicos e irresponsables que comparten el devastador y alucinante lujo de la adolescencia: un grupo de ángeles caídos, cercados por sus propios hastíos y arrinconados por sus sensibilidades infinitas, que sin duda no estaban preparados para la sobrecogedora experiencia de encajar en una sociedad de adultos que los decepciona con insistencia.