Cuado leía esta novela, tenia la sensación de borrachera que tienes dentro del agua, esa niña fascinada por por los peces que pasan más desapercibidos, que los observa para descubrir comportamientos con los que protegerse, el acuario como refugio ante la eclosión que ya se intuye de la vida adulta, con sus “tiburones” al acecho. Una vez descubierta la identidad del “amigo”, vemos el dolor de la madre, la emoción asociada al recuerdo de abandono, de traición, de rabia y de soledad. Dura, la vivencia de la madre de Caitlin, cuyas emociones reprimidas ahora ella vuelca en su hija, a pesar de sus buenos intentos de protegerla, de cuidarla. La historia no por conocida es menos tremenda. No me he sentido muy cómoda con el estilo, amén de las erratas, pero la historia es lo suficientemente potente para leerla hasta el final, aunque sin mucho entuasiasmo ni mucha emoción.
hace 5 años