Alucinante. Desde que unos meses atrás leí «Patria», todavía estoy impresionado por la calidad de la obra de Fernando Aramburu. Hacía muchos años que una novela no me atrapaba con tanta intensidad, no me hacía sentir emociones diversas, no me apasionaba con tanta fuerza. Imposible saltarme un párrafo, una frase, una palabra. Me enganchó desde el principio, y al final siento pena de tener que abandonar a esos entrañables y auténticos personajes.
Cuando parece que en este género está todo inventado, viene Fernando y plantea un narración originalísima, contada por un narrador omnisciente poco convencional, ya que no cuenta fríamente los hechos, como es habitual, sin involucrarse, sino que los enriquece, como si estuviera presente, sin estarlo, claro, creando una complicidad con el lector que le lleva a transmitirle meditaciones espontáneas de los personajes, confesiones íntimas, improperios, tacos, giros, expresiones vascas..., todo lo cual potencia la comunicación con quien lee.
Los sucesos no nos son contados cronológicamente, sino utilizando continuos saltos en el tiempo, flashbacks literarios, sin que provoquen confusión; la claridad expositiva es una característica de la novela. Fernando parece que ha desparramado, como en un puzzle, la trama por el suelo y va recomponiéndola poco a poco, encajando la totalidad de las piezas al final. El narrador/escritor no toma partido ideológico con los problemas sociales derivados del nacionalismo y del terrorismo etarra que la narración presenta. Se limita a exponer los hechos. Deja que el lector saque sus propias conclusiones. No es novela maniqueísta, sino novela testimonial de una época y de las vicisitudes trágicas de unas personas implicadas en aquella barbarie. Nos hará reflexionar sobre el nacionalismo, el terrorismo, la discriminación, el papel de la Iglesia en el conflicto, la venganza, el perdón, la violencia… y, ¡cómo no!, el amor, la amistad, la fidelidad, el sacrifico…
El dominio del lenguaje es asombroso, como es característica de la narrativa aramburiana. Agilidad expositiva, total control del ritmo, riqueza léxica, utilización esporádica de expresiones del euskera, que tienen un componente didáctico en el lector (hay un glosario en el apéndice). Se huye de descripciones fatigosas de lugares y personas; sin embargo, nos imaginamos muy bien a esos seres atormentados y a aquellos paisajes vascos. Todos los lugares son auténticos; Fernando ha querido obviar el nombre del pueblo donde ocurren los hechos, pero la mayoría de los vascos lo reconocen, yo no voy a revelarlo. Utiliza recursos estilísticos muy personales (rayas oblicuas para establecer sinonimias y disyuntivas, frases sin terminar, acabadas en punto, vocablos nuevos, que él inventa felizmente), presentes también en otras novelas.
Gran riqueza de personajes, cada uno con una tipología diferente, cada uno derivando su vida por donde puede, tras la tragedia que ocupa el libro, todos consecuentes y coherentes con su visión de la vida. Dentro de los ciento veinticinco capítulos, todos con títulos sugestivos, hay materia más que suficiente que podrían constituir nuevas novelas, tramas dentro de la trama central, rica e interesante.
Es una obra que nos atañe muy directamente, que plantea con valentía, realidad y crudeza la ruptura de una sociedad herida por el nacionalismo y el terrorismo, pero, que al mismo tiempo, muestra orgullosa sus valores, su milenaria cultura, su idiosincrasia, que Aramburu resalta como buen vasco que es. Es una obra emotiva, sincera, directa.
La crítica ha sido unánime al reconocer en «Patria» la mejor novela editada en 3016. Algunos hablan ya de la «novela del siglo». Desde luego, la considero algo así como «La Regenta» del XXI, un clásico ya. Todo lo que pueda yo expresar, y los demás (hay magníficos análisis escritos) es humo comparando con la experiencia que supone leer este poderoso y genial libro. Que estas impresiones te incite a ello, si aún no lo has hecho.
hace 5 años
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