Las aventuras de Huckleberry Finn, considerada una de las primeras grandes novelas estadounidenses, quizá presente una visión más oscura y desencantada que Las aventuras de Tom Sawyer (novela con la que comparte personajes pero intercambia protagonistas), porque en ella se visibilizan más descarnadamente temas como el maltrato infantil o la esclavitud; pero no es menos cierto que la trama está llena a rebosar de picaresca y de ese sentido del humor que tan bien dominaba Mark Twain. Así, Huckleberry, pese a los denodados intentos de la viuda Douglas por «civilizarlo», sigue siendo ese canalla entrañable y asilvestrado. Obligado a escapar de las palizas de su padre alcohólico, el camino de Huck se cruzará con el de Jim, un esclavo negro que se ha fugado al enterarse de que quieren venderlo. En ese camino de huida, ambos trabarán una sincera amistad, llena de lealtad y admiración mutua. La aparición final de Tom Sawyer, con sus estrambóticos planes de siempre, pone la guinda al pastel. Canto a la amistad, la libertad, los sueños y el idealismo, Las aventuras de Huckleberry Finn es una obra inmortal, una lectura inolvidable. Las soberbias ilustraciones de Pablo Auladell multiplican el placer de revisitar o descubrir este clásico.