En Rostros, amores, maldiciones, novela que cierra la trilogía de El pan a secas, la prosa desgarrada, aguda y precisa de Chukri alcanza, con una sabiduría de madurez, sus mejores momentos al relatar el perfil de unos personajes que se encuentran y desencuentran en la geografía nocturna y áspera de Tánger. Fátima, Lalla Chafika, Baba Daddy, Hamadi, seres que viven en la frontera de la marginalidad y de los que el autor sabe extraer con menos ira, con más ternura, el mejor sentido de la supervivencia, de la dignidad y, paradójicamente, de la alegría.