Interpela al lector “perspicaz”, en ocasiones alaba su inteligencia y en otras menosprecia su falta de pericia, finge ser un narrador impertinente; guiado por su instinto de supervivencia, hace de algunas partes de su novela un sainete; escribe desde la cárcel, de manera que todo en él es comprensible e incluso perdonable.
Sin duda, encuentra la forma de eludir una condena aún mayor y la censura, muerte de cualquier escritor que se precie. Chernyshevski, comprometido hasta el final con su ideología, anuncia la llegada del hombre nuevo y de una nueva sociedad a mediados del siglo XIX.
El triángulo amoroso entre Vera Pavlovna, Dmitri Lopújov y Alexander Kirsánov disimula un libro político y, al mismo tiempo, una defensa del papel de la mujer en ese nuevo mundo por él vislumbrado, una apología del amor verdadero, de las relaciones libres y de la correcta gestión de la ruptura sentimental.
Precisamente, a través de una mujer como Vera Pavlovna, en constante crecimiento, la educación y el trabajo colectivo adquieren nuevos matices; ella, víctima propiciatoria de las antiguas tradiciones familiares y de los convencionalismos sociales, acaba con toda atadura e impulsa un sistema de trabajo radicalmente diferente, necesario, añorado incluso en nuestros tiempos. Su taller de costura es, en realidad, un lugar de liberación para otras mujeres. Su actitud y la de su círculo, el derrumbe de la anquilosada Ruisa.
Qué hacer es una novela premonitoria, base ideológica de los cambios y convulsiones a los que hará frente la Rusa zarista apenas sesenta años después. Su autor, un mesías encarcelado, sabía qué hacer y cómo proceder, creía en el advenimiento de una sociedad más justa, y supo burlarse de sus carceleros, de los lectores, correligionarios y hasta de él mismo.
No obstante, más allá de la ideología de cada lector, si no hacemos propias las vicisitudes que sufrió al escribir el texto, el mismo no nos alcanzará. Chernyshevski no habla nuestro idioma -y no me refiero a la lengua rusa-, encubre conceptos políticos con un estilo decimonónico, que, a buen seguro nos resultará ajeno. Sin embargo, un libro tan valiente, comprometido y un creador tan descarado se merecen todas las oportunidades. (Jorge Juan Trujillo, 7 de julio de 2020)