En la Hueva, un barrio de chabolas al este de Madrid, Jerónimo, jefe de una tribu suburbial, reina desde un vagón de tren abandonado, sin más verdad que su cabra. Umbral cuenta una historia atroz en la que el realismo sucio se expresa en las situaciones más duras y lóbregas (pugna entre vivos y muertos del cementerio cercano), alumbrando en negro un universo en el que la violenta prosa de Umbral, su personalísima forma de ver y decir las cosas, gana una vez más al lector por la fuerza y el lirismo de un texto de gran entidad. La novela llega a trances en que lo más cruento y débil del ser humano viven una totalidad aberrante. El escritor logra un mural veraz y perdurable de este inframundo urbano que nutre y desborda el libro.