Cuando termina el curso, Isabel vuelve a su pueblo, Izar Alto (Navarra), para disfrutar del verano. Allí conoce a Guillermo, y se reencuentra con Daniel (un hombre bastante mayor que ella por el que se siente muy atraída), que ha vivido en Francia durante varios años. La relación de la protagonista con ambos cambiará radicalmente cuando se entere de que Guillermo está allí porque sospecha que en Izar Bajo, hace ya mucho tiempo, un grupo de terroristas etarras ocultó a su padre antes de pegarle un tiro. Los recuerdos de Guillermo, y una foto del padre asesinado, hacen que la chica rescate de su memoria unos hechos olvidados: un día, siendo aún muy pequeña, entró en la iglesia de Izar Bajo, donde tropezó con un hombre muy simpático (el padre de Guillermo). Un encapuchado, al que reconoció como Daniel por el color de los ojos, la sacó de allí y se aseguró de que nunca contase lo que había visto. Este horrible descubrimiento, junto con unas palabras de Daniel, induce a la protagonista a pensar que él es el responsable de un nuevo y cruel secuestro. A partir de ese momento, Isabel vive atormentada por un dilema: ¿debe o no delatar a Daniel? Finalmente, lo denunciará, salvando así al secuestrado y permitiendo el arresto del comando.