Portia desconoce los misterios del corazón. A sus veinticinco años, sabe que su virtud ha quedado ya garantizada de por vida. Sin embargo, ahora que su díscolo hermano ha arruinado a su familia, estaría dispuesta a cualquier cosa con tal de recuperar sus tierras. Pero no quiere pensar en lo que sucederá cuando lleguen a Londres. Ahora mismo sólo quiere que el maldito Malloren, que ha asaltado la casa del conde de Walgrave, desaparezca. Está convencida de que es uno más de esos nobles vividores y jugadores que dilapidan posesiones y títulos en las mesas de juego. Aunque desde luego, de lo que también está convencida es de que Bryght Malloren es tremendamente atractivo.