El joven Tarzán sabe que él no es igual que los grandes simios con los que convive y juega. Para ellos la existencia es simple y salvaje, se limita a matar o morir. Pero Tarzán posee además los deseos normales en todo niño, y especialmente el de aprender. Por ello se esfuerza en descifrar los extraños dibujos que encuentra en los libros que yacen junto a su padre muerto. Una labor complicada, y la vida en la jungla no permite muchos momentos para la distracción.