La sensación que me provocó es muy parecida a la que tienes cuando te dicen que te invitan a cenar y luego tienes que pagar la cuenta. Arranca desde un buen punto de partida -el desastre de Hiroshima y Nagasaki-, pero a medida que avanza, te das cuenta de que algo no marcha. Las piezas no encajan con fluidez, la historia se atranca; y la narración se dispersa en borbotones espesos y densos como la lava. Su estructura se cae más rapidamente que un falso boxeador noqueado. Ni siquiera acontecimientos como las guerras intestinas entre la India y Pakistán, o los atentados de las Torres Gemelas, consiguen levantarla. Me llevé un tremendo chasco. Esperaba mucho más de ella.
hace 9 años