En Llámame Brooklyn (2006), un periodista intentaba reconstruir una novela titulada Brooklyn que su amigo había dejado inacabada al morir. En esta ocasión se parte de una obra real: la novela que Nabokov dejó inconclusa al morir, en 1977. El narrador, que acaba de abandonar el periodismo, se siente fascinado por el texto -en realidad, un conjunto de 138 fichas, muchas de ellas esquemáticas o incomprensibles- y busca un “negro” o “escritor fantasma” para que le ayude a “desentrañar la matriz” de la novela, lo que, como en las obras anteriores de Lago, constituye una indagación sobre un texto literario. Los primeros análisis de la novela de Nabokov revelan la existencia de dos historias y de dos relatos embutidos uno en el otro. A ello habría que añadir las lecturas que Marlowe y Hallux van ofreciendo del texto -y que son otros relatos- y la historia paralela de Marlowe al que le han encargado, como “escritor fantasma”, la biografía del magnate Arthur Laughton. Y aún habría que añadir el relato de Marlowe titulado “Un torso sin rostro”, novelita intercalada que rehace, además, una novela de Siri Hustvedt, segunda mujer de Paul Auster, acerca de un hijo de éste. Queda claro que a Eduardo Lago le gusta la literatura y en esta novela ha creado una composición metaliteraria con mucho talento.
hace 10 años