La vida es relación. Nos relacionamos unos con otros, con nuestras familias, con el trabajo, el dinero, la sociedad, la tierra y el universo. El conjunto de nuestras relaciones forma la sociedad, y la sociedad somos nosotros. Así, lo que cada uno de nosotros es en la relación contribuirá a crear la sociedad en que vivimos: si somos celosos, tenemos prejuicios, somos agresivos, ambiciosos, autocompasivos, depresivos o exclusivos en nuestras relaciones, entonces formaremos una sociedad desquiciada. A pesar de la importancia del tema, en nuestras escuelas apenas se educa en la relación. Nos dan conocimientos técnicos, nos enseñan cómo ganarnos la vida pero no cómo vivir, de modo que cada uno debe aprender por sí mismo el arte de la relación, el arte de vivir. La clave, según Krishnamurti, consiste en entender el propio pensamiento, indagar en nuestras inclinaciones, en las limitaciones biológicas, desvelar los prejuicios personales, nuestros temores, heridas, enojos… Porque el conocimiento de uno mismo es la esencia de la relación.