Difícil de clasificar, “Noches insomnes” no es una novela al uso. Compuesta por fragmentos variados y de distintos estilos, una posible definición sería que se trata de un libro de memorias autobiográficas sin orden cronológico. En él encontramos recuerdos, anécdotas, cartas, reflexiones, monólogos... pero todo ello sin seguir un hilo argumental ni un orden temporal.
A pesar de lo anterior, a medida que avanzamos nos vamos haciendo una idea de algunos capítulos sueltos de la vida de la narradora. Su infancia, el personaje que representa su madre, la convivencia con un amigo homosexual, además de múltiples relatos de amigos y conocidos, fiestas, divorcios, relaciones sociales, mujeres de la limpieza... sin olvidar los clubes de jazz y el retrato que hace de la bohemia Billie Holiday, todo ello ambientado en escenarios varios como Kentucky, Columbia, Nueva York, o Amsterdam. No faltan tampoco la citas a numerosos escritores.
Algunas partes se disfrutan como si de una historia novelada se tratara, otras se parecen más a un ejercicio poético para leer, releer y absorber su esencia; pero sin duda su prosa es rica, bella y lírica, y algunos fragmentos son brillantes.
A destacar también el prólogo de Antonio Muñoz Molina, que nos cuenta algo más de la vida de la autora y el contexto en que escribió esta obra, y nos pone en antecedentes de lo que vamos a encontrar.
Elizabeth Hardwick, ensayista y crítica literaria, nos brinda un paseo por diversos temas, lugares y una época que resulta entrañable y transmite cierta nostalgia. Como Muñoz Molina dice sobre el libro: “hay en él, sutilmente, un aire de recapitulación, no un ajuste airado de cuentas con el pasado sino una evaluación cuidadosa de lo que ha ido quedando con el paso del tiempo, como un examen de conciencia en preparación para la soledad del porvenir”.
Lectura intensa, singular e interesante, formada por múltiples fragmentos, historias y reflexiones, que hay que leer con calma para disfrutar en toda su intensidad.