Este relato es la crónica de un caminador. De paso por una ciudad del sur del Brasil, el escritor celebra haber encontrado el parque ajustado a su situación anímica; pero poco a poco irá reconociendo que son sus propias impresiones y pensamientos, no precisamente halagüeños, los que personalizan el paisaje y sus habitantes. Aquello que empezó siendo una experiencia de hiperpercepción, que aspiraba sobre todo a la exactitud y al matiz, se convierte en un arriesgado ejercicio de hiperconciencia, que oscilará entre la lucidez y el delirio. Metáfora de otros viajes y cifra del tiempo vivido, Mis dos mundos despliega desde el Sur una incisiva mirada sobre las condiciones del presente y del pasado cercano: el efecto desintegrador de la mundialización y su apuesta por los paisajes clónicos, los extrarradios sin amparo y los habitantes indeterminados, el peaje de vacío que conllevan ciertas migraciones, la convivencia urbana con las ambiguas formas de lo natural... En voz baja y de modo aproximativo, Sergio Chejfec va dibujando un cierto estado del alma (entre la decepción y el miedo, la confusión y la incertidumbre) en el que no resulta extraño reconocerse.