Resumen

El narrador y protagonista de esta novela es un abogado londinense, «un joven profesional que quiere dar una imagen de éxito» pero que lleva, a su pesar, una vida «tranquila y monótona». Una fría de noche de marzo recibe en su casa la inesperada visita de un amigo y cliente que le confiesa que acaba de matar, en principio involuntariamente, a su criado, que pretendía chantajearlo a costa de sus relaciones con una mujer casada. Después del sobresalto inicial, y de enterarse de que ya lo busca la policía, el abogado mira a «este niño mimado del universo, este favorito de la fortuna» y empieza a acariciar «la maravillosa idea de moldear con mis propias manos la vida de un hombre». Con el mayor detalle urde un complicado plan para salvarlo, con la colaboración de dos mujeres perdidamente enamoradas del joven asesino. Con unos diálogos que bordean el absurdo, una situación dramática donde las relaciones de poder casi anticipan El sirviente de Harold Pinter, y sobre todo con un humor macabro y endiablado, Mi propio asesino (1940) constituye una mezcla de comedia insolente y novela policiaca en la que las convenciones del género sirven a propósitos insólitos. Richard Hull, autor de El asesinato de mi tía, consigue recrear un pequeño pero denso universo donde los hombres se creen dioses y apenas hay resquicio para otra mentalidad que no sea la criminal.