Durante décadas, Leonard Fife se ha labrado una prestigiosa reputación como autor de documentales en Canadá, adonde huyó a finales de los años sesenta como desertor y prófugo tras negarse a combatir en Vietnam. Esa es al menos la versión oficial, la que desde siempre conocen sus admiradores, para quienes el cineasta es un referente moral irreprochable. Ahora, a sus setenta y ocho años, gravemente enfermo, aturdido por la medicación y ante la inminencia de la muerte, Fife acepta la propuesta de responder a una entrevista para un documental centrado en su figura a modo de homenaje dirigido por un antiguo discípulo. Inesperadamente, la entrevista tomará la forma de una larga y desgarradora confesión íntima. Porque Fife necesita, antes del fundido en negro final, sincerarse ante Emma –su esposa, su compañera durante los últimos cuarenta años– y contarle todo aquello que sería incapaz de decir sin una cámara de por medio: la verdad de cómo se convirtió en el hombre que ella cree que es.