Cuanto más empeño pone la realidad en matar los sueños, tanto más pugnan por sobrevivir y cumplirse. Este impulso es el que parece dirigir los destinos cruzados de los personajes de La vida muerta. Como el de la extraña viajera que aparece una noche en el embarcadero de Gundi con el deseo de cruzar el río y adentrarse en el bosque. ¿Es real o es una visión más del barquero, provocada por el letargo de los días iguales, la excesiva imaginación y la falta de clientela? O como el de Leo Rufo, joven visitador médico, que encuentra a la musa de sus fantasías adolescentes, una antigua actriz del destape, donde nunca pensó hallarla.