Con un hijo enfermo y una esposa infiel, Javier Verdaguer encuentra en la Filmoteca Soledad el refugio donde sobrellevar sus miserias. Allí coincide con un anciano que se parece a Borges, un joven obsesionado con Charlot y una secta de cinéfilos que programan interminables sesiones de la misma película y cuya máxima ambición es «atravesar la pantalla». Con los límites entre realidad y ficción desdibujados, Javier decide unirse a la secta y someterse a una espeluznante sesión de El silencio de los corderos, de la que acaso nunca logre escapar.