El trabajo, las amigas, los hijos, el teléfono que no para de sonar, las obligaciones, el correo electrónico, la casa, la ropa, la agenda, los hombres, la moda: no hay mujer moderna que no tenga que lidiar con todo eso, y Alins no es la excepción. Y, además, debe llegar a tiempo para la última cita de la semana. Ha decidido acudir a un psicólogo para poder hablar de sus problemas, para relajarse, para tener alguien que la escuche. Sin embargo, no todo es como esperaba. Por ejemplo, su psicólogo es demasiado atractivo. Parece un modelo de revista, y a Alins le cuesta articular las palabras en un principio. Luego, consigue hablar con él, contarle sus cosas y escuchar las pocas que él deja entrever. “¿Y si me enamoro?”, se pregunta Alins. No sabe nada de ese hombre. Pero, seguramente, tiene un pasado. No existen los hombres sin pasado. Como no existen las mujeres sin fantasías. Alins quiere realizar la suya y, sin quererlo, se meterá en un embrollo. ¿Qué sucede si, para cumplir sus fantasías, ella comienza a verse con el hermano de su psicólogo? ¿Interfiere en la terapia? ¿Aun cuando ella no sepa que es el hermano de su terapeuta? Pero los enredos no terminarán allí y siempre, con humor e inocencia, Alins se acercará a su objetivo: que la última cita de la semana deje de ser una consulta y se transforme en la última cita que ella tenga con un hombre.