Teniendo en cuenta que Fjällbacka tiene unos 1000 habitantes y que, en cada novela de la Läckberg, cada vez mueren más, a este paso el pueblo se queda sin habitantes.
Otra cosa que siempre me ha llamado la atención de sus novelas es que los crímenes siempre están relacionados con algún crimen o hecho traumático del pasado. Que digo yo que esto es posible porque los protas son suecos y en su ADN deben llevar impreso el gen del olvido rápido porque en mi pueblo, que tiene 4000 habitantes, bien que nos acordamos de todo lo malo que ha pasado en los últimos 100 años.
Bromas aparte, más de lo mismo. Éste me ha gustado más que el anterior pero he deducido pronto quién podría ser el/la culpable. El caso es que he desechado la idea por truculenta, pero... llevaba razón.
Como Camilla no está dispuesta a que se le acabe la gallina de los huevos de oro, ha dejado el final bien cortadito para que esperemos (supuestamente con ansia) la próxima entrega. Claro que Erika y su familia deberán mudarse a Estocolmo para poder seguir investigando crímenes porque en Fjällbacka no quedará ningún vecino del que deshacerse. Porque ésa es otra... si las novelas transcurriesen en un pueblo tan pequeño de EEUU, al ritmo de asesinatos que llevan y con lo paranoicos que son los yanquis, el ejército ya se hubiese encargado de evacuar toda la zona o lanzar unas cuantas bombas tóxicas para eliminar a los habitantes. Más que nada por si se transmiten algún gen que les obligue a cometer actos criminales. Y una epidemia de ésas no, ¿eh?
hace 11 años
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