¿Me gustó? Sí, me gustó, pero no por lo que uno podría esperar en un libro de zombis. El apocalipsis zombi descrito en esta novela es sólo una excusa para lo que realmente quiere contar. En primer lugar el estilo narrativo es fascinante, esa forma de incorporar los diálogos dentro de las mismas descripciones me encantó y nos permite descubrir a uno de los mejores personajes con los que me he encontrado: Temple. Ella es una adolescente de quince años que no alcanzó a conocer el mundo antes de su destrucción. Viaja sola, cargando con una serie de pérdidas que la han convertido en una mujer hecha y derecha antes de tiempo, con una escala de valores tan alta, que casi resulta incomprensible considerando el entorno en el que ha crecido. Temple no busca asentarse con grupos de sobrevivientes, a pesar de que encuentra varios en su camino. Su búsqueda es mucho más profunda y se enfoca constantemente en comportarse acorde a códigos morales que tampoco comprende, asombrándose en la belleza de las pequeñas cosas que un mundo devastado aún puede ofrecer. Probablemente, Moses Todd, quien la persigue debido a que ella mató a su hermano por accidente, sea el único que la entienda. Por lo mismo, me llegó a exasperar su tozudez al no querer cambiar el objetivo que los une. Odié el final, no porque sea malo, sino por ese sentido de inevitabilidad que últimamente acompaña a todas las novelas de este género que he leído, y que no me deja ponerle una nota más alta, como sin duda se merece este libro.
hace 7 años