Aunque no comulgó plenamente con las propuestas modernistas, algunas de las obras de Palacio Valdés de los primeros años del siglo XX se verán impregnadas por algunas de sus características. Éste es el caso de La aldea perdida (1903), donde aborda los problemas que en la tranquila vida de una comunidad campesina originó la primera industrialización, con la introducción violenta de usos y costumbres ajenas a toda su ancestral cultura.