Ahora bien, a lo largo del año siguiente, gané un premio literario, me rompí una pierna, hubo elecciones en doce países de América Latina, decidí casarme, visité veintiséis países, cancelé otros seis, tuve una crisis nerviosa, George Bush se desplomó, sufrí una inflamación del oído medio debida al exceso de aviones, escribí un musical, ETA anunció un alto al fuego, presenté una novela en las cárceles peruanas de máxima seguridad, Fidel Castro cedió el poder, estreché las manos de Martin Amis, Ian McEwan, Mario Vargas Llosa y José Saramago, Corea del Norte hizo un ensayo nuclear y yo me convertí en algunos países pequeños, particularmente el mío, en un personaje público. Inesperadamente, el 2006 se convirtió en un año del que valía la pena llevar un registro. La ventaja del ciberespacio es la libertad creativa y la flexibilidad total: en un periódico, uno escribe entrevistas o reportajes o críticas o crónicas. Tienes una sección y un género. El blog puede ser todo eso alternativamente, ya que es un soporte, no un género. Y a la vez, es personal. No hay líneas editoriales ni perspectivas corporativas. Sólo una voz. Un blog es lo que su autor quiera hacer de él, simplemente. Y lo que pueda, claro.