El punto de partida es sugestivo: animales evolucionados, sociedades nuevas y una pregunta central que resuena a lo largo de la obra: ¿qué significa realmente ser herederos de una civilización extinta? Tchaikovsky despliega aquí su talento para el worldbuilding, con descripciones ricas y una trama que conecta lo biológico con lo filosófico. A ratos, la historia se ve absorbida por un tono demasiado místico y contemplativo, con pasajes extensos que ralentizan la acción y que exigen del lector una paciencia considerable. Lo que debería ser poesía reflexiva se convierte, en ocasiones, en una niebla densa que diluye la tensión dramática. Este desequilibrio hace que la lectura oscile entre momentos de gran fuerza —cuando emergen los conflictos sociales, la intriga científica o el choque entre especies— y otros en los que la narrativa se estanca en reflexiones abstractas. Se me ha hecho un poco larga y, a veces, pesada e incomprensible. Me va a costar leer la saga completa.
hace 3 meses
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