Philipp Winkler (Neustadt am Rübenberge, 1986), nos cuenta en “Hooligan”, su galardonada primera novela, la vida de Heiko Kolbe, un joven sin presente ni futuro de Hannover, cuya vida gira en torno al equipo de su ciudad, el Hannover 96, y en la violencia que se practica de manera habitual contra los hinchas de otros equipos. Es un joven sin estudios, que trabaja en el gimnasio de su tío, el hermano de su padre, quien además es el líder de la banda de hooligans, que se encarga de organizar las peleas con las hinchadas rivales. Su madre les abandonó y su padre vive con una mujer a la que trajo de Tailandia tras un viaje. Winkler nos presenta de esta manera a Heiko, y la principal dualidad que le asalta durante toda la novela: la pertenencia a dos familias. Una, la de sangre, la que para él es indiferente, a la que considera un fracaso, y la otra, la de sus camaradas, con los que comparte el fútbol, las cervezas y la violencia. Heiko se nos presenta así como el antihéroe, un arquetipo muy utilizado en la literatura, pero que sigue y siempre seguirá dando resultado. La sombra de su familia de sangre planea siempre en la figura de Joel, el hermano mayor del protagonista, que llegó a jugar en las categorías inferiores del Hannover 96, aunque tuvo que dejarlo por una lesión, lo que le llevó al suicidio. El autor ha optado por contarnos la historia en primera persona, lo que ayuda a que veamos todos los acontecimientos a través de los ojos de su protagonista, y los vivamos como si fuesen propios. Es todo un acierto por parte de Winkler el tratar de acercar al lector a un tema tan controvertido como es el de la violencia en el entorno del fútbol, ya que es un tema que hemos visto muchas veces, pero siempre desde lejos. Merece especial atención el tratamiento de los compañeros de andanzas de Heiko. Al contrario que él, no son personajes arquetípicamente fracasados o fallidos. Kai, su mejor amigo, es estudiante de Empresariales. Joachim (Jojo), comienza a entrenar a un equipo de fútbol de las divisiones inferiores. Y Ulf es un padre de familia con un trabajo estable. Así ,el autor quiere romper con la imagen típica y tópica que podemos tener de lo que es un hooligan del fútbol, mostrando un hecho paradójicamente esperanzador: a la hora de unirse en la pasión por el fútbol y la violencia el estatus social, económico, laboral o cultural pierden su importancia. Es paradójico que, durante la novela, poco se hable de fútbol. Rara vez los protagonistas acuden al estadio a ver jugar a su equipo. El fútbol es en este caso el aglutinante sobre el que los hooligans asientan su relación. Es la eterna búsqueda de aquello que nos une con nuestros semejantes. La narración, y este es quizá el único debe en la cuenta del autor, es a veces errática, saltando de una idea a otra constantemente, lo que hace que cueste seguir, en ocasiones, el transcurrir de la historia. Muchas frases cortas y seguidas, como el reflejo de lo que pasa por la cabeza de Heiko, hacen de la lectura algo arduo. Un libro recomendable, una metáfora acerca de la eterna dualidad sobre la familia —aquélla en la que nacemos y aquélla a la que elegimos pertenecer—, y un análisis del fenómeno hooligan que todavía hoy en día se vive en Europa alrededor del fútbol. Pero, sobre todo, una oportunidad de penetrar en un mundo muchas veces desconocido por nosotros. (Aitor Heras, 18 de septiembre de 2018).
hace 6 años