Esta primera parte de la trilogía "Carne roja" nos descoloca la razón y nos anula el sentido. La historia principal parece sencilla y sin ninguna pretensión; una familia compuesta por el padre y sus mellizos y una chica descarriada, "adoptada" y aceptada entre ellos por compartir la misma pasión y secreto que lleva tantos años uniéndoles. Todo se gira en torno a un secuestro y mil matanzas de por medio, a base de sexo, desenfreno, desequilibrio mental y demás salvajismos envueltos en sangre y fluidos corporales. Es una historia brutal, transgresora y de la que nadie nunca logrará borrar de su pensamiento, confieso que me resultó totalmente alucinante y adictiva, sexual y sádica, una total y absoluta oda al pulp y al horror más absoluto a miembros amputados y gore por todas partes, siempre con abundante sangre y sexo. Increíble.

Brutal, sanguinaria, fascinante, desmedida, atroz ... Según iba leyendo esta novela miraba la portada para ver el nombre del autor a sabiendas de saber que era Álber Vázquez, aun así me aseguraba de vez en cuando de que no apareciese por ningún lado Tarantino. Es un libro difícil de reseñar sin desvelar nada importante de la trama y romper la línea e imaginación de futuros lectores. Puede entrar en los cánones de novela de terror, policiaca, amor, sexo, ... como bien dice la contraportada todo ello está mezclado en una termomix a máxima potencia. Un viaje a la tranquila ciudad de Centenario donde se esconden demasiados secretos y una visita a la famosa galería de arte de los hermanos Bonet, Alicia e Ismael y su ayudante y carismática Clara Bachiller. Una novela explosiva, me ha gustado bastante, el autor es un poco repetitivo en algunos puntos, y lo que menos me ha gustado de ella, son tantas casualidades juntas, aun así es fluida y fácil de leer, eso sí, pero a veces es mejor pasar hambre.